El Baby Shower se ha convertido en un evento casi obligatorio en estos días. Las mayores, nuestras madres todavía no entienden bien de qué se trata. Para mí resulta una cosa muy útil el hecho de invitar a gente, darle juegos ridículos y comida a cambio de regalos extremadamente necesarios para cada madre, especialmente con la inflación de estos tiempos.
La única que puede no pasarlo bien es la mamá que se ve obligada a pasar por prendas infames para que le den un babero o un paquete de toallitas húmedas, así que, ¿por qué no intentarlo? Suele ser también un lastre para las amigas que tienen que pensar en lugar, alimentos, ubicación e invitaciones, así que fiel a mi costumbre de no molestar a nadie nunca con nada, me encargué de todo lo mencionado a excepción de la animación como para tener algo de sorpresa ese día.
Estas fiestas siempre se hacen cortas, nunca terminas de hacer lo que querías hacer, la gente pasa más tiempo comiendo y socializando que otra cosa y los regalos suelen repetirse bastante. Una vez dicho esto aclaro que mi fiesta no fue en absoluto diferente: comimos, nos reímos y me regalaron muchas mantas de polar.
Pero me di cuenta del amor de la gente que me rodea y quiso estar ahí para esperar conmigo a Yumbrel con sus buenos deseos y sus regalitos. Un día hermoso que quedará para siempre en mi memoria.
Comentarios
Publicar un comentario